El café, esa deliciosa y estimulante bebida que forma parte de nuestra rutina diaria, tiene un origen fascinante que se remonta a tiempos antiguos. ¿Cómo fue descubierto este tesoro de la naturaleza? Te lo contamos.
Según cuenta una historia, en el siglo IX en Etiopía, vivía un pastor llamado Kaldi. Un día, mientras cuidaba de su rebaño de cabras en las altas tierras, observó un comportamiento peculiar en sus animales. Notó que después de comer las bayas rojas de cierta planta, las cabras se volvían más animadas y llenas de energía, saltando y corriendo con renovado vigor.
Intrigado por este fenómeno, Kaldi decidió probar las bayas por sí mismo. Para su sorpresa, experimentó una sensación de alerta y vitalidad que nunca había sentido antes. Fascinado por el potencial de estas bayas, llevó algunas al monasterio local para mostrarlas a los monjes.
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Los monjes, al observar los efectos estimulantes de las bayas, decidieron hacer una infusión con ellas. Esta bebida no solo les ayudaba a mantenerse despiertos durante largas horas de oración y meditación, sino que también les proporcionaba una claridad mental que consideraban inspiradora y espiritual.
Con el tiempo, la noticia sobre esta “bebida milagrosa” se extendió más allá de las fronteras de Etiopía, llegando a la península árabe y más tarde a todo el mundo. Así nació la tradición del café, una bebida que no solo satisfizo el paladar de millones de personas, sino que también se convirtió en un símbolo de encuentros sociales, conversaciones estimulantes y momentos de reflexión profunda.
Hoy en día, cada vez que disfrutamos de una taza de café, estamos rindiendo homenaje a esta leyenda etíope y a los siglos de historia y cultura que han dado forma a nuestra pasión por esta maravillosa bebida.